INICIA SESIÓN CON TU CUENTA

¿HAS PERDIDO TU CONTRASEÑA?

¿HAS PERDIDO TUS DETALLES?

¡UN MOMENTO, YA ME ACUERDO!
  • ENTRAR

Punica Granatum Asociación Cultural

  • Inicio
  • PUNICA GRANATUM A.C.
    • Actividades
      • 2018
      • 2017
      • 2016
    • Socios
    • Acuerdos y Convenios
    • Prensa
    • Quienes Somos en PG
    • Colaboraciones en revistas – recomendaciones
  • EDICIONES PG
    • Compromiso de la editorial
    • AutorÆs
    • Colecciones
      • Deva
      • Ensayos
      • Íntrika
      • Istoríes
      • La Mar de Letras
      • Moradores
      • Odiseo
      • Otros Mundos
      • Predecesores
      • Siglo XXI
      • Sombras Oscuras
      • Tespis
      • Trazos
      • Versos del Alma
    • Próximas publicaciones
    • Distribución
    • Actualidad 2019
    • Equipo
    • Originales
  • SOLO NOVELA NEGRA
    • Equipo SNN
    • Actualidad SNN
    • Crónicas y Artículos SNN
    • III Antología de Relatos”Sombras Oscuras”
    • Entrevistas SNN
    • Relatos SNN
    • Reseñas Literarias SNN
  • TIPEALIA
    • Actualidad TIP
    • Colaboraciones TIP
    • Cómics
    • Entrevistas TIP
    • Fotografía
    • Lengua española
    • Música
    • Reportajes TIP
LIBRERÍATIENDA ONLINE
  • No products in cart.
  • Inicio
  • Blog
  • Solo Novela Negra
  • III Antología Sombras Oscuras
  • 198 días
23 febrero, 2019

198 días

120
Redacción SNN
miércoles, 14 noviembre 2018 / Publicado en III Antología Sombras Oscuras, Relatos SNN, Solo Novela Negra

198 días

‘198 días’, relato de Alonso Holguín, F.J., candidato a la antología de relato corto Sombras Oscuras que organiza Solo Novela Negra

Allí, en la meseta castellana, donde el frío es una costumbre adquirida por siglos y siglos, llevaban una semana sin ver el sol. El febrero en Valladolid, mejor dicho, el Centro Penitenciario situado en Villanubla, las temperaturas son más extremas. Son suficientes 18 kilómetros y 150 metros de altitud más para sentir una gran bajada de temperatura.

Los ruidos sordos de las puertas correderas provocaban una sorpresa a los recién ingresados en prisión. Las celdas del módulo 8 tienen la misma medida y escaso mobiliario. Tres metros de ancho por cuatro de largo, dos y casi medio de alto resultan el volumen del chabolo para cada interno F.Í.E.S. -Fichero de Internos de Especial Seguimiento-.

El encuadramiento resulta de las acciones dentro del sistema penitenciario. La conflictividad con otros presos provoca esa situación de aislamiento de todo el mundo durante 22 horas diarias. Aquellos que no se acostumbran a los horarios, compañías, castas dentro del patio y módulo suelen ser firmes candidatos.

El frío atenazaba las articulaciones para escribir el informe diario. Era el día 181 de su estancia allí. Entró el día de San Antolín, festividad en Medina del Campo y Palencia. Le habían jodido las entradas para la corrida de Victorino Martín; quizá fuera la mayor putada de su vida, al menos en los últimos 10 años. Cuando llegó a la celda, dijo:

—Es preferible que la pobreza sea sórdida y no mediocre -recordando al gran Vázquez Montalbán.

Un patio de 50 por 50 metros, con un aro de hierro -tipo baloncesto- incrustado en el hormigón del muro de las ventanas; esas paredes tan lisas que no subían ni hormigas; un enjambre de concertinas sobre las tapias y la única compañía de aquél marrano humano. Todo aquello podía ser horrible. Sin embargo, Zurro podía con eso y más.

Esa mañana habían estado hablando casi todo el rato. Las cincuenta vueltas al patio, doscientas flexiones y trescientos abdominales eran el volumen de trabajo:

—¿Entraste por una muerte?

—Sí, pero yo no fui.

Ambos soltaron una carcajada: era la misma respuesta de todos los internos de las prisiones del mundo, independientemente del delito no cometido.

—Me caes de puta madre.

—Tú también a mí.

—¿Te apellidas Zurro?

—Sí. Llevan toda la mierda de vida haciendo la misma broma.

—Yo no hago ninguna gracia con apellidos ni nombre. Imagínate yo: Moro.

—¿Moro?

—Claro. Alguno se ganó una buena hostia al decir “eres el moromierda más blanco del mundo”.

El fulano tenía la piel blanca, sonrosada, con algunas pecas salpicadas en el careto; delgado más que flaco en 1,85 metros; quizá escuchimizado a primera vista, sus ropas ocultaban un cuerpo fibroso, duro y fuerte por el ejercicio. Pelo rubejo y ojos azules claros, casi transparentes, miraban al resto como si no los viera. Zurro recordó aquello de “la mirada de los mil metros”: algunos soldados después de entrar en batalla y visto la muerte de cerca, muy cerca, demasiado próxima a su pellejo, quedaban señalados.

—Fui militar, ¿sabes?

—¿Tú?

—Sí, claro ¿quién si no? ¿El puto carcelero? ¡Un legionario con dos cojones como estos! -respondió en voz atronadora agarrando los testículos con la mano izquierda, mientras reía.

Había tardado 181 días en admitir ese dato. Sin embargo, su cuerpo no reflejaba ningún tatuaje, tan típicos de ese arma del ejército.

—¡Cojonudo! Siempre os he admirado -Moro cambió el sentido de la marcha; daban cien vueltas a un lado y luego hacia el otro.

—¡Bah! Fue hace mucho, demasiado -volvió a decir tras 16 vueltas callado como un muerto.

—Perdona si te he traído un mal recuerdo.

—No pasa nada, tronco, es agua pasada. Me jodió la vida un puto picoleto de mierda -por fin, tras seis meses allí, Zurro había encontrado algo para empatizar con Moro.

Los primeros dos meses ni los buenos días; otro más compartiendo deporte y hasta el cuarto no admitió caminar en compañía de Zurro. La fama de conflictivo iba más lejos de los muros de la prisión de Villanubla. Moro y su mito llevaban cinco prisiones en dos años y cuatro compañeros enviados la hospital con diferentes lesiones, a cada cual de mayor gravedad. Podía ser amigo, colega de cualquier preso. Hasta que un día se le iba la pinza y comenzaba a golpear sin ton ni son al otro interno.

Zurro nunca comenzaba una conversación:

—Espera a responder a las propuestas de Moro siempre -fue una de las advertencias de los funcionarios al ingresar en el módulo 8.

Él cumplía siempre las órdenes de manera estricta, más aún cuando su integridad dependía de ello. Ese interno era el único que evitaba gritar a los funcionarios. Cuando estaba en el chabolo se dedicaba a su mundo. Leía, potenciaba sus tríceps; leía, ejercitaba sus piernas, así de manera alternativa. De esa forma podía dormir cada noche, extenuado por la cantidad de ejercicio físico.

Las comidas entraban por una hendidura en la puerta, que se cerraba y abría desde fuera. Sus acciones siempre estaban vigiladas por cámaras de seguridad o a vista directa en el patio de paseo. Los sistemas de apertura, mecanizados. Así, por su conducta, se tenía el mayor cuidado de evitar contacto con otros que no fueran de sus mismas características.

El caso de Moro era raro, aunque no único. Algunas veces llegaban a discutir unos con otros por motivos de lo más estúpidos. Se paliaba el conflicto cambiando de compañero en el patio o de talego. Moro llegó en agosto procedente de Jaén. Allí le seccionó la oreja a su amigo en una bronca sin usar nada más que las manos.

La niebla envolvía el cielo en una sábana blanca y húmeda. El hijoputa del picoleto había dejado encendida la luz de la garita, aunque ya había amanecido.

—¡Apaga el foco de una puta vez, joder! ¡Me se está jodiendo la vida!-gritó con todas sus fuerzas por la ventana a las 9 de la mañana.

Ni caso. Pocas veces planteaba quejas hacia los picoletos o los carceleros. Eran de otra guerra. Él se iba a limitar a permanecer los seis años de condena por haber torturado a un Guardia Civil. Sin embargo, había algo que nadie sabía todavía. Ese secreto constituía su seguro de volver a la calle con juventud y brío.

Doce de la mañana. Hora de salida. El funcionario primero abría a Moro, por eso de la antigüedad. Después, una vez llegaba al patio, hacía lo propio con el compañero de turno. Zurro, en este caso.

Comenzaron la carrera continua, al principio sin hablar. Después de veinte minutos:

—¿Quieres explicarme eso de “no maté a nadie”? Es curiosidad.

—Me acusan de haber abierto como un cochino a un cabrón.

—¿Abierto?

—Sí, desde el cuello hasta los güevos. Pero yo no lo hice.

—No, claro que no. ¿Y cuál es el motivo de que alguien rajara a ese cabrón?

—Dio una paliza a una señora mayor en la puerta de mi carnicería y le robó dieciséis euros y medio -respondió sin inmutarse Zurro.

El suceso era cierto, tanto que había salido en todos los medios de comunicación durante una semana. Después, a finales de agosto, comenzaron a airear algunas cadenas, convenientemente aleccionadas.

—¡Qué hijoputa! Lo tenía merecido.

—Pienso igual, pero yo no lo hice.

—Pero eso no es para ser de nuestra clase. FÍES, me se refiero.

—No, ni de coña. Dos gilipollas en los talegos de Palencia y León quisieron vengar a su primo, el puto yonki atracador. Me tocaron los güevos y…

—¡Anda joder! ¡Eres tú! Pedazo paliza les diste. Vimos las noticias. Verás cuando se lo cuente al resto de cabrones de aquí. ¡Joder! Nariz, brazos, rodillas, dedos… ¡te gustan los trocitos!

Moro hablaba emocionado, relatando sin sudar las hazañas que habían contado los servicios informativos de varios incidentes entre internos.

—No es para tanto. En serio -respondió Zurro.

—¡Y una mierda! Sabes defenderte y eso te hace respetable. Tienes código: eso está de puta madre.

Terminaron la sesión de carrera y comenzaron las flexiones. Series de 50: mientras uno contaba, el otro subía y bajaba hasta besar el suelo. El odio hacía subir con más intensidad en cada turno.

—¿Cómo mataron al yonki?

—Una incisión precisa y decidida desde la garganta. Dicen que tardó en morir. Vio sus órganos colgar antes de perder la consciencia, según los periodistas.

—¿Tú eras carnicero?

—Lo soy. Pero yo no hice eso. Déjalo, por favor -pidió Zurro.

—Sí, perdona, joder. No me di cuenta.

Zurro se levantó y fue hacia la esquina. Allí había un grifo para beber agua, servía de improvisada ducha y para baldear el patio por los propios internos.

—¿Conoces Toledo? -pregunto Moro.

—No, sólo he ido hasta Ávila; el resto, Santander y Asturias. He viajado poco, de momento… y no tiene pinta que dé muchos rulos en un tiempo -envió una sonrisa para normalizar la situación.

—Verás, hace unos años iba un tipo corriendo por el campo. Estaba hasta los cojones. Su trabajo iba de puta madre, ahorraba bastante pasta de los viajes que hacía por ahí. Un día se enfadó con una zorrita de su curro. Ella le lanzaba señales para quedar fuera, ya sabes, quería rollo. Esta vez, el duro fue él.

Comenzó el turno de las flexiones. Era su cuarta y última serie para llegar a las 200. Zurro lo miraba fijamente. El ritmo simulaba un martillo pilón: misma velocidad e intensidad desde la 1 a la 50. En cuanto acabó, siguió diciendo:

—Invitó a un picnic a la zorra en el campo. La única condición era dejar el teléfono en Madrid. Así no tendrían interrupciones. El atractivo plan impulsó a la zorra a aceptar. Y se fueron en el coche de un colega de él. Me se pasó la mañana cocinando desde primera hora. Esa actividad relaja tanto o más que follar.

Comenzaron a hacer una sesión de tríceps en las escaleras de acceso al patio. Zurro hacía la primera de las series. Moro seguía con la historia:

—Comieron de cojones al lado del arroyo Villarta: tortilla de patata rellena con palitos de cangrejo y mahonesa de pimientos, carrillera de ternera en salsa de vino tinto con setas y bizcocho  de whisky. Se trincaron una botella de tinto Besanas Reserva; bueno, ella más que él. Después, en la manta extendida, empezaron a tomar un digestivo de orujo, otro y otro más. Entre brindis y tontería, se le cayó un poco en la delantera. Él empezó a sobar la camisa, los pechos, se echó sobre ella, que aceptaba todo y más.

—¿Follaron como conejos? -preguntó Zurro, dado que Moro se había quedado algo parado.

—Sí, bueno, ya sabes, hasta que ella empezó a vomitar.

—¡Joder qué asco!

—Ya te digo, me puso hecho un putocristo. Al final, al tipo, me se fue la puñetera olla y dio de hostias como si no costara. Le estalló la cabeza con unas piedras y me se dejó la camisa hecha una mierda. Menos mal que el arroyo corría por allí al lado. Su delgadez sirvió para poder meterla en una mierda de agujero junto a un enorme árbol medio roto. La muy hijaputa no me se escapó… -quedando la declaración perfectamente grabada en vídeo y audio.

El informe del día 182 sirvió para encontrar a Aitana Jiménez unos días después. Se procesó, juzgó y condenó a José Moro por su asesinato. Los restos de ADN en el cuerpo de ella sirvieron para añadir 25 años más su estancia en prisión.

El Guardia Civil D. Santiago ZUbieRa ROmero, alias Zurro, fue condecorado con la Cruz del Mérito de la Guardia Civl con Distintivo Rojo por su Servicio, dedicación y esfuerzo. Puso en gravísimo peligro su vida los 198 días que permaneció en el módulo 8 del Centro Penitenciario de Valladolid, reservado a internos FÍES. Tras ello, se le concedieron 45 días de vacaciones extraordinarias, aunque después de los primeros veinte, llamó a la oficina:

—Mi Capitán, me estoy aburriendo. ¿Puedo volver al curro ya?

Texto: © Alonso Holguín F.J., 2018.

Etiquetado con: Alonso Holguín_Félix, Antología 2018, Certamenes, Sombras Oscuras

Otros artículos que pueden interesarte...

El cercano Oeste
El rostro asesino
Roseanna – reseña

31 Comentarios en “ 198 días”

  1. Alejandro Urteaga De Manuel dice:Responder
    10 enero, 2019 a las 18:00

    Eres un buen amigo y un gran escritor. Un gran abrazo

  2. Carlos dice:Responder
    9 enero, 2019 a las 23:12

    Me ha encantado

  3. Carmen dice:Responder
    21 diciembre, 2018 a las 20:59

    Estupendo relato. Te tiene en tensión hasta el final. Eres un magnífico escritor. ¡Enhorabuena!

  4. VICTOR M GIJÓN, Romano dice:Responder
    2 diciembre, 2018 a las 00:12

    Buenisimo, como siempre. Directo, conciso; te hace reflexionar sobre aquellas…..tareas… sumamente desconocidas.

  5. Millan dice:Responder
    26 noviembre, 2018 a las 10:38

    Bien escrito interesante desde el principio

  6. Besanas dice:Responder
    24 noviembre, 2018 a las 22:19

    Si Hitchcock fuera picoleto….

  7. Tuky dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 23:32

    Me ha encantado el relato….como siempre espectacular

  8. Raúl GTR dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 23:27

    Gran relato de nuevo con un final sorprendente.
    Enhorabuena.

  9. Carlos Rodriguez dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 17:36

    Un relato muy bueno desde el principio al final

  10. Mar dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 17:19

    Muy bueno, me ha enganchado nada más a empezar a leerlo.

  11. María Martinez dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 17:15

    Como todo lo q he leído de lo q ha escrito Alonso Holguin, una narrativa impecable. Sabe captar muy bien la atención del lector.
    Como siempre, enhorabuena.

  12. Raúl Calvo Acebes dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 16:26

    Cojonudo, es el mejor adjetivo

  13. Angel Luis Fdz dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 15:18

    Muy bueno

  14. Carnen dice:Responder
    23 noviembre, 2018 a las 14:49

    Me gustó muchísimo

  15. Virginia dice:Responder
    19 noviembre, 2018 a las 00:41

    Maravilloso relato, sabe de lo que escribe, parece un hecho real. Los pelos de punta. Gracias.

  16. Carmen dice:Responder
    18 noviembre, 2018 a las 20:23

    Tan bueno como todo lo que he leído de este autor.

  17. Santiago García dice:Responder
    18 noviembre, 2018 a las 10:53

    Magnífico hasta el final. Felicidades!!!

  18. Jose dice:Responder
    17 noviembre, 2018 a las 09:58

    Te mantiene en tensión todo el tiempo fe lectura.

  19. Mariola dice:Responder
    17 noviembre, 2018 a las 09:27

    Un relato que te atrapa ,buenísimo.

  20. Susana dice:Responder
    16 noviembre, 2018 a las 13:50

    Relato que engancha con sorprendente final.

  21. Celia dice:Responder
    15 noviembre, 2018 a las 18:55

    Ostras, osea que Zurro se pasó días en la cárcel para que Moro se delatase él solito? Que guay pero buf….tener que comer lo de la cárcel….y esperar a que nadie le reconociese….le honra! Gracias por este relato.

  22. Vika dice:Responder
    15 noviembre, 2018 a las 18:43

    Siempre en valor a mi querida Guardia Civil .

  23. Jose Luis dice:Responder
    15 noviembre, 2018 a las 13:43

    Buen hilo narrativo con un final inesperado. ¡Gracias!

  24. Maribel dice:Responder
    15 noviembre, 2018 a las 01:14

    Me ha encantado.Intenso con un final de diez

  25. Fernando dice:Responder
    14 noviembre, 2018 a las 22:02

    Fantástico!

  26. Jesús Arias dice:Responder
    14 noviembre, 2018 a las 21:43

    Escrito desde el corazón y con la destreza de un verdadero maestro.

  27. Serafin Nuñez de los santos dice:Responder
    14 noviembre, 2018 a las 17:14

    Es de un guardia escritor que se aburre mucho.
    Saludos Florencio

  28. Carlos Dueñas dice:Responder
    14 noviembre, 2018 a las 11:23

    Muy bonito, y seguro que es un hecho real

  29. Jesus dice:Responder
    14 noviembre, 2018 a las 11:14

    Engancha desde la primera línea.
    Te deja la sensación de estar viviendo la situación personalmente.

  30. Eva Pérez dice:Responder
    14 noviembre, 2018 a las 08:40

    Sorprende. Muy bueno

    1. Felix dice:Responder
      26 noviembre, 2018 a las 22:20

      Félix. Eres un crack, buen escritor, mejor persona

Deja un comentario Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Categorías

Posts recientes

  • Modismos – Vicios del lenguaje

    Los Modismos consisten en expresiones invariabl...
  • Vida salvaje – Relato ilustrado

    VIDA SALVAJE (The Wild Life) El ilustrador ALEJ...
  • Saludos y agradecimientos de la nueva dirección

    Es para nosotros un placer comunicaros que la J...
  • La balada de Johnny Cash

    Próximo lanzamiento en la Colección SIGLO XXI, ...
  • Los crímenes de Alicia

    Premio Nadal 2019 Sobre la Obra Oxford, 1994. L...

Comentarios recientes

  • Uxia en Los crímenes del Distrito X
  • Beatriz en Nuevos bríos en Solo Novela Negra
  • Rosa en Los crímenes del Distrito X
  • MLSKemppi en El Pepe Carvalho de Carlos Zanón
  • Cristina Jiménez en El suave

Archivos

  • Contacto
  • Política de Privacidad y Cookies
  • Aviso Legal
  • Publicidad
Punica Granatum Asociación Cultural

Asociación Cultural Punica Granatum | Desarrollado por ChipWeb.

SUBIR

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies